- El Hijo de Dios se ha encarnado. El Verbo, la Palabra, se ha materializado. Así se ha acercado hasta nuestra realidad, hasta nuestros sentidos. Así ha inaugurado el ser hombre en Dios. En esa línea discurre la realidad de los sacramentos.
- La muerte, la resurrección y la ascensión al cielo de Cristo pueden considerarse como una consecutiva espiritualización. Ir al encuentro de Cristo resucitado en la liturgia es una espiritualización. Pero debe entenderse bien, porque Cristo no ha abandonado el cuerpo. Por eso, es una espiritualización de la carne. En nuestra realidad corporal, el Verbo nos purifica, nos asume y nos hace hijos de Dios: nos hace conformes al Logos.
Por Walter Turnbull
(Benedicto XVI, Audiencia General en el aula Paulo VI, Ciudad del Vaticano, Mayo 21, 2008)
Canto
I. Señor, ten piedad – Cristo, ten piedad – Señor, ten piedad – Dios Padre Celestial, ten piedad de nosotros – Dios Hijo redentor del mundo, ten piedad de nosotros – Dios Espíritu Santo, ten piedad de nosotros.
II. Alégrate, Virgen, que a las palabra de Gabriel concebiste al Hijo de lo alto. Aleluya, aleluya, aleluya.
Alégrate, Madre de Jesucristo, que siendo virgen concebiste al creador de todas las cosas. Aleluya, aleluya, aleluya.
Alégrate porque Él se levantó de entre los muertos, volvió a la vida y recobró su galardón como tu paladín. Aleluya, aleluya, aleluya.
Alégrate, tú, a través de quien la naturaleza humana es exaltada por encima de los coros de los ángeles. Aleluya, aleluya, aleluya.
A ti, Madre, te suplicamos: haz que contigo nos alegremos en la tierra de los vivos. Aleluya, aleluya, aleluya.
Reflexión
Yo no me canso de oírlo, y hasta siento que mientras más lo escucho más me llena. Es un remanso de paz y de belleza en este mundo de angustia que cultiva la fealdad.
Es bella, bellísima, la música. Es solemne, armónica, grandiosa, como tenía que ser de una mente brillante y cultivada, un corazón sensible y refinado y un espíritu lleno de fe. De nuestro flamante Emérito Papa Benedicto XVI.
Son bellas las palabras que celebran el gozoso misterio: María, Santa Madre de Dios. Alégrate, María, porque, aun en medio de contrariedades, has visto su gloria y su triunfo. Alégrate; «dichosa tú porque has creído que se cumplirían las cosas que te fueron dichas de parte del Señor», ha dicho santa Isabel. «Mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava; por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada», ha dicho, a su vez, María.Son palabras de gozo y de esperanza en estos tiempos de depresión y desaliento. Una mujer como nosotros ha concebido en su inmaculado seno a Dios, para que Dios esté con nosotros.
La fe, dice el mismo Benedicto XVI en su parlamento, crea poesía y música, porque la fe viva produce almas enamoradas; y también crea belleza, porque habla de Dios y la belleza es la expresión de Dios. Y, a su vez, la belleza alimenta la fe, porque nos deja percibir a Dios y nos ayuda a creer en Él. Dichosa tú porque has creído, dichoso el hombre que cree en Dios. Haz, Santísima Madre, que igual que tú podamos creer para que podamos alegrarnos igual que tú.
Al Canto de Benedicto
Es remanso de paz y de belleza
que brota de una mente iluminada
por la fe y un alma enamorada
del arte en el que brilla la grandeza.
Que se alegre María en su pureza
—nos dice—, porque en ella fue exaltada
la humanidad y ha sido su mirada
la que en Jesús descubre su realeza.
La fe produce canto y poesía,
porque sabe de amor y paz y gozo,
y también la vivencia de lo hermoso
alimenta la fe, y da alegría.
Haz que cantemos siempre este glorioso
Misterio, y que exultemos con María.
2. Madre de la Iglesia – Mater Ecclesiae
Por Adolfo Orozco Torres
«Sí, queremos darte las gracias, Virgen, Madre de Dios y amadísima Madre nuestra por tu intercesión a favor de la Iglesia.
«Tú, que abrazando sin reservas la voluntad divina, te consagraste con todas tus fuerzas a la persona y a la misión de tu hijo, enséñanos a servir con el corazón y a meditar en el silencio, como lo haz hecho tú, los misterios de la vida de Cristo.
«Tú, que avanzaste hacia el calvario, profundamente unida siempre a tu Hijo, quien desde la cruz te entregó como Madre a su discípulo Juan, haz que te sintamos siempre también cercana a nosotros en cada instante de nuestra existencia, especialmente en momentos de oscuridad y prueba».
(Papa Benedicto XVI, Plaza de España, Roma, Italia. Homenaje a la Virgen, 8 de Diciembre de 2005)
Canto
Santa María, ruega por nosotros.
Santa Madre de Dios, ruega por nosotros.
Santa Virgen de las Vírgenes, ruega por nosotros.
Madre de Cristo, ruega por nosotros.
Madre de la divina gracia, ruega por nosotros.
Madre Purísima, ruega por nosotros.
María, tú eres pura, integra y casta.
Te haz convertido en la luminosa puerta del cielo.
Oh querida Madre, providente de Cristo,
acepta en tu piedad nuestras alabanzas.
Corazones y labios devotos piden por ti ahora;
sean puros nuestros corazones y cuerpos
por el dulce sonido de tus oraciones.
Obtén para nosotros el perdón eterno,
¡Oh dulce! ¡Oh Reina! ¡Oh María!
Solo tú te conservas en toda tu integridad y pureza.
Reflexión
Esta hermosa y profunda canción nos llena de esperanza al recordarnos que, así como María acompañó en todo momento al Salvador, así nos acompaña en nuestra peregrinación por este valle de lágrimas. María compartió en forma discreta, aunque no por discreta menos dolorosa, la Pasión, pues los Evangelios sólo la mencionan al pie de la cruz, aunque sabemos que ella vivió paso a paso los sufrimientos de Cristo. Así también ella nos acompaña día a día en nuestras penas y alegrías y está siempre con nosotros, confortándonos y transmitiéndonos el amor de su Hijo.
El Santo Padre nos recuerda que María acompañó a Jesús desde el momento mismo de su libre y gozosa aceptación de la voluntad del Padre. Desde ese momento ella se convierte también en acompañante de todos y cada uno de nosotros. A ella le debemos todos los momentos de consolación y de acercamiento a su Hijo, pues recordemos que ella es Madre del buen consejo, Virgen clemente, Causa de nuestra alegría, Puerta del cielo, Refugio de los pecadores y a través de ella fluyen todas las gracias sobrenaturales por voluntad misma de Cristo: «Mujer, ahí tienes a tu hijo»
El canto nos recuerda cómo María, a pesar de todos los ataques del enemigo y de todas las dificultades por las que atravesó, desde su posible rechazo por su divino embarazo, la persecución de Herodes, la huida a Egipto, hasta la injusta y cruel condena y ejecución de su Hijo muy amado, permaneció inviolada, esto es, según lo entiendo, que ninguno de sus sufrimientos amenazó o disminuyó su fe, su amor y su fidelidad al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
3. Abogada Nuestra – Advocata Nostra
Por María Mayela Fernández de Vera
«Santa Madre de Dios, ayúdanos a experimentar el poder de la reconciliación y del perdón. Ayúdanos a ser pacientes y humildes, pero también libres y valientes como tú en la hora de la Cruz. Tú cargaste a Jesús en tus brazos, el Niño bendito, que es también el Señor del mundo. Tú, que cargaste al Bendito, te convertiste en una bendición. Bendice este pueblo, esta ciudad y este país. Muéstranos a Jesús, el bendito fruto de tu vientre. Ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén».
(Papa Benedicto XVI, Marienplatz, Alemania, 9 de septiembre de 2006).
Canto
Madre del Redentor. Puerta del Cielo.
Estrella del mar, ayuda a levantarse al que cae
y cuida de tu pueblo.
Tú, la que engendraste la naturaleza maravillosa
de tu santo Padre.
Virgen antes y después del saludo de labios de Gabriel.
Ten misericordia de nosotros los pecadores.
Reflexión
María nos ve con misericordia de Madre. Mira cuáles son las necesidades de sus hijos y con amabilidad nos defiende, nos acompaña, nos da, en su consuelo, un consejo para seguir a Jesús. María pide por sus hijos. Si ella pide, pide desde el amor de Dios, y si da, nos da desde ese mismo amor, en esa transferencia amorosa dentro de su corazón puro, dentro de su ternura de Madre.
María es la puerta del cielo, la estrella que nos guía, la Virgen fiel a Dios Padre antes y después del anuncio del ángel es Madre misericordiosa con sus hijos. En los momentos más difíciles ella se acerca generosa si se lo pedimos; nos guía como estrella hasta la luz de Cristo, pero su compasión no se queda en el Cielo. María se nos muestra cercana, nos toma de la mano en los caminos oscuros, y en su amoroso corazón nos lleva, como llevó a Cristo en sus brazos; nos lleva en la vida diaria, en las alegrías y en las penas; nos lleva a la Casa Eterna y vive en la nuestra, en nuestros pueblos, en nuestras ciudades, en nuestro mundo, con la bendición del Salvador, que, al engendrarse en ella, la convirtió en una bendición. De nuestra Madre, nuestra abogada, nos vienen bendiciones de Nuestro Señor, a quien ella ruega por nosotros incesantemente, con el amor infinito que de Él procede.
4. Bendita Tú – Benedicta Tu
Por María Velázquez Dorantes
«Que el alma de María esté en cada uno de nosotros para proclamar la grandeza del Señor; que el espíritu de María esté en cada uno de los que nos gloriamos en el Señor. Si, según la carne, sólo una mujer es Madre de Cristo, según la fe todas las almas engendran a Cristo. De hecho, toda alma contiene en sí misma la Palabra de Dios./El alma de María glorifica al Señor y su espíritu se exalta en Dios, porque, consagrada el alma y el espíritu al Padre y al Hijo, adora con devoto afecto a un Dios solamente, de quien procede todo, un único Señor, en virtud del cual todas las cosas existen. / Oremos al Señor para que nos ayude, ensalzadle con el espíritu y el alma de María y llevad a Cristo de nuevo a nuestro mundo».
(Papa Benedicto XVI, audiencia general en el Aula Paulo VI, Ciudad del Vaticano, 15 de febrero de 2006)
Canto
Proclama mi alma al señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque ha mirado a su sierva en su pequeñez; ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada.
Señora, mira a tu pueblo, oh bella dama quien llena de alegría el honor de hoy; yo también soy alegre y corro a tus pies. Oh Virgen María, ruega por mí.
En este valle de dolor todos invocamos ayuda. Este título hermoso te corresponde. Oh Virgen Santa, ruega por mí.
Tu corazón bueno y misericordioso, lleno de tesoros, es un refugio para el pecador. Oh Virgen Santísima, ruega por mí.
Reflexión
Un canto de elogios al corazón amoroso de María, Madre del Cristo Salvador. Tierra fértil para quienes buscan su ayuda. Inspiradora música que llega al corazón de quienes suplican la intercesión de María. Cristo y María aparecen siempre indisolublemente unidos y, junto a ellos, el pueblo de quien María se convierte en la Madre espiritual.
Corredentora y distribuidora de las gracias, bajo la voluntad de Jesús quien en la cruz nos hereda a tan bella mujer como Madre. Ahora ella es testimonio vivo en todos los hombres.
5. Causa de nuestra alegría
Por Walter Turnbull
«Espejo de justicia, ruega por nosotros. Trono de la eterna sabiduría, ruega por nosotros. Causa de nuestra alegría, ruega por nosotros. Vaso espiritual, ruega por nosotros. Vaso insigne de devoción, ruega por nosotros. Rosa mística, ruega por nosotros.
«Llena de gracia eres, María, porque acogiendo con tu sí el proyecto del Creador, has abierto el camino de la salvación.
«A ejemplo tuyo, enséñanos a pronunciar también nosotros nuestro sí a la voluntad del Señor.
«Un sí que se una sin reserva y sin medida a tu sí, el cual la voluntad del Padre Celestial ha querido que sea necesario para engendrar el hombre nuevo, el Cristo, único salvador del mundo y de la historia.
«Danos el valor de decir no a las ilusiones del poder, del dinero, del placer, a la ganancia deshonesta, a la corrupción y a toda hipocresía, a todo egoísmo y a la violencia. No al maligno, embustero príncipe de este mundo. Sí a Cristo, que destruye el poder del mal con la omnipotencia del amor.
«Sabemos que sólo corazones convertidos al amor, que es Dios, pueden construir un mejor futuro para todos».
(Papa Benedicto XVI, plaza de España, Roma, Italia, 8 de diciembre de 2006)
Canto
Salve, gloria del mundo, Virgen Madre protectora
Salve, llena de benignidad, salve, salve María
Salve, Llena de Gracia, señora de los ángeles
Salve, ilustrísima, salve, salve María
Salve, honra de las vírgenes, salve, salud de los hombres
Salve, poderosísima, salve, salve María
Salve, Madre del Señor, engendradora del Altísimo
Salve, prudentísima, salve, salve María.
Salve, Puerta del Cielo, salve, refulgente
Salve, resplandeciente, salve, salve María
¡Salve, salve María! ¡Salve, salve María!
Reflexión
Tenemos razón para estar alegres. Aun en este mundo en que gobierna como príncipe el maligno, el embustero, el padre de la mentira, podemos estar alegres.
María, la brillante, la hermosa, la más resplandeciente que el sol, el espejo que refleja la justicia de Dios, la que guarda toda la sabiduría espiritual, la que es vasija de verdadera devoción a Dios, en su inmensa prudencia ha dado a Dios su «Sí», al plan de redimir a los hombres para una vida de gloria eterna; ha permitido a Dios abrir el camino de la salvación que, de antemano, había dispuesto para nosotros. Podemos estar alegres.
Con eso María se ha convertido en Madre del Altísimo, engendradora de Dios, llena de Dios el cuerpo y el alma: Llena de Gracia. Y Dios se complace en ella y la erige Señora de los ángeles, poderosísima Reina de Cielos y Tierra. Y es también nuestra amorosa Madre protectora. Podemos estar alegres.
El hombre cae en su debilidad y el mundo se corrompe y se destruye, pero se puede esperar un mejor futuro: el mal no tiene la última palabra. La Gloria está presente en el mundo, y podemos unirnos a Ella si junto con Ella decimos también «sí». Ella puede darnos fuerzas. Podemos estar alegres. María es Puerta del Cielo, puerta abierta por la que Dios ha querido llegar a nosotros y por la que nosotros podemos llegar a Dios.
Ciertamente eres, María, la causa de nuestra alegría, y la alegría de Dios también.
También la bella música, la verdad manifiesta, la palabra excelsa, que hacen de este mundo un lugar más hermoso, nos llenan de alegría y de esperanza. Bien lo dice él mismo, nuestro querido Benedicto XVI: «…sólo corazones convertidos al amor, que es Dios, pueden construir un mejor futuro».
6. Auxilio de los cristianos
Por María Mayela Fernández de Vera
«Cuando rezamos el Rosario revivimos los importantes y significativos momentos de la historia de la salvación y volvemos a recorrer los diferentes momentos de la misión de Cristo. /Con María volteamos nuestros corazones hacia el misterio de Jesús. Ponemos a Cristo en el centro de nuestras vidas, de nuestro tiempo, de nuestras ciudades, contemplando y meditando sobre Sus misterios de luz, de gozo, dolor y gloria. /Ayúdanos, María, a recibir la gracia que estos misterios emanan, para que a través de nosotros se irrigue la sociedad, por nuestras relaciones cotidianas con Dios».
(Papa Benedicto XVI, La oración del Rosario, basílica de Santa María Mayor, Roma, Italia, 3 de mayo de 2008).
Canto
Dios te salve, reina del cielo
Dios te salve, reina de los ángeles
Salve a la raíz, salve a la puerta,
porque Su luz brilló en el mundo.
Alégrate, gloriosa Virgen,
la más hermosa:
Adiós, llena de gracia,
ruega a Cristo en nuestro nombre.
Reflexión
María nos hace mirar a Cristo, meditar en su misterio, en nuestra vida cotidiana, y, especialmente, en el rezo del Rosario. Meditamos en su gozo, en su luz, en su dolor y en su gloria, para contemplar a Cristo como centro y sentido de nuestra existencia.
En medio de las dificultades y penas de la vida; en este ambiente materialista, lleno de vacíos y trampas, Dios nos ve con amor a través de los ojos de María, que nos tiende su mano amorosa para levantarnos y cuidarnos, para llevarnos de la oscuridad del nihilismo y la desesperanza a la luz omnipotente y viva que es Cristo. Aunque el camino sea adverso, aunque esté sembrado de dolor, María nos acompaña, y, pidiendo a Dios con su corazón puro, nos ayuda con generosa disposición de Madre. Rogamos a María afligidos o tristes, y en los acontecimientos de cada día la sentimos presente, cuando nos atiende con ternura, con profunda delicadeza. Sus palabras de Madre Auxiliadora resuenan en la pregunta y en la certeza: ¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre?
7. Reina del Cielo – Regina Coeli
Por María Velázquez Dorantes
«María ha dejado atrás la muerte, está totalmente revestida de vida, la vida de su Hijo, Cristo resucitado. Así es signo de la victoria del amor, de la bondad y de Dios, dando a nuestro mundo la esperanza que necesita. Volvamos esta noche la mirada hacia María».
(Papa Benedicto XVI, Homilía en la procesión de antorchas, Lourdes, Francia).
Canto
Reina del cielo, alégrate, aleluya, porque Aquel a quien llevaste, aleluya,
ha resucitado como Él dijo, aleluya. Ruega a Dios por nosotros, aleluya.
Alégrate y regocíjate, Virgen María, aleluya, porque el Señor ha resucitado en verdad, aleluya.
Oremos: Oh Dios, que por la resurrección de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, has llenado el mundo de alegría, concédenos, por la intercesión de su Madre, la Virgen María, llegar a alcanzar los gozos eternos. Por Cristo nuestro Señor, amén.
Reflexión
Voces para el alma, cantos para el corazón, llevando a María al centro de la humanidad como portadora de la luz de la esperanza: Cristo, el Hijo amado por el Padre, que con el Espíritu Santo hacen Trinidad Una.
María es el vehículo de la paz divina y celestial. Por ella los hombres se encuentran con Cristo y, a través de ella, las alegrías de la vida son dignas de llevar.
8. Maestra nuestra
Por Walter Turnbull
«Madre nuestra, protege a la familia brasileña y latinoamericana. Ampara bajo tu manto protector a los hijos de esta patria querida que nos acoge.
«Tú que eres la Abogada ante tu Hijo Jesús, da al pueblo brasileño la paz duradera y prosperidad completa.
«Concede a nuestros hermanos de toda la geografía latinoamericana un verdadero celo misionero irradiador de fe y de esperanza.
«Haz que tu llamada desde Fátima para la conversión de los pecadores se haga realidad y transforme la vida de nuestra sociedad.
«Y tú, que desde el santuario de Guadalupe intercedes por el pueblo del continente de la esperanza, bendice sus tierras y sus hogares. Amén».
(Benedicto XVI, Santuario de María Aparecida, en Aparecida, Brasil, 12 de mayo de 2007).
Canto
Aleluya, aleluya, aleluya.
Aleluya, aleluya, aleluya.
Recíbenos, Madre, Maestra y Reina nuestra. Ruega a tu Hijo, el dueño de la mies, que envíe más trabajadores a su mies. Aleluya. Alaben al Señor todas las naciones. Celébrenlo todos los pueblos, porque es fuerte su amor hacia nosotros, y la verdad del Señor dura por siempre (Salmo 117(116)). Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos, amén.
Recíbenos, Madre, Maestra y Reina nuestra. Ruega a tu Hijo, el dueño de la mies, que envíe más trabajadores a su mies. Aleluya.
Oremos por nuestro Papa Benedicto.
«El Señor lo conserve y lo guarde y le dé larga vida y lo haga dichoso en la tierra y no lo entregue en manos de sus enemigos».
Reflexión
María es Madre de Dios y Madre Nuestra, nuestra abogada, nuestra alegría, nuestro auxilio, y sobre todo nuestra maestra, nuestro ejemplo en el camino de la santidad y del apostolado. Es la reina de los apóstoles y estrella de evangelización. De nada servirían nuestra veneración y nuestro cariño si no siguiéramos sus pasos en la construcción del Reino de Dios.
El delicioso camino de las letanías llega al final con el mismo despliegue de belleza y majestad, y con tres puntuales peticiones que miran a la difusión del Evangelio:
Porque el dueño de la mies envíe más trabajadores a su mies; más sacerdotes, los hijos predilectos de María, para que con ello se acreciente la alabanza y el conocimiento de la Verdad y del amor de Dios, que nos ha demostrado con el don de su Verdad, su perdón y el alimento de su Cuerpo, que recibimos de manos de los sacerdotes.
Por la Iglesia de América, el continente de la esperanza, para que de ella salga la salvación para todos los pueblos. El Santo Padre invoca a María desde el santuario de Aparecida, recoge una petición de la Virgen de Fátima y pide su intercesión desde el santuario de Guadalupe para que nos proteja y nos conceda un verdadero celo misionero, irradiador de fe y de esperanza. Que la presencia de María en Europa, en Hispanoamérica y en Brasil nos ilumine y fortalezca para esta gran misión.
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Excelente,,,